Les dijimos que no se abrazarían… y se abrazaron.
A nuestro cliente, el departamento de IT de una multinacional, no le gustan las sorpresas. Necesitamos 5 reuniones de trabajo previas con sus responsables para organizar el evento. El objetivo de la sesión era comenzar a hablar de algo que no se había hablado hasta el momento: las relaciones entre las personas. Un intangible que propusimos trabajar con metodologías activas y juego serio. Un planteamiento quizá demasiado ambiguo e incierto para una mente cartesiana.
Día del evento, el grupo llega. Son más de 30 personas. Encuentran un espacio vacío: no hay mesas que hagan de burladero, ni proyector al que dirigir las miradas. Se percibe cierta inquietud que mi compañera sabe calmar hablando con los pequeños grupos que van entrando a goteo. Infusión en mano escucha, conversa y detiene el tiempo y las urgencias que traen.
Yo, que soy tan cartesiana como el cliente, paseo entre las personas y cuento disimuladamente para saber si el grupo está ya completo. Es la hora. Llevo en la mano la escaleta del día con fracciones rigurosas de actividades y tiempos. La llevo como de costumbre. Se que nos desviaremos y para darme permiso me digo lo de siempre, mi mantra: “no se va a cumplir y va a ser maravilloso”
¡Comenzamos! Introducción del director, presentación y pincelada de lo que será la metodología del día. Mi intuición me grita que comparta que no vamos a bailar ni abrazarnos. Pura proyección de mis miedos cuando soy yo la participante. El grupo se ríe y se afloja algún nudo.
La mañana transcurre poco a poco, sabemos que no nos podemos saltar pasos, que el caldeamiento es importante, que el planteamiento 1 debe ir antes que el 2. Obviedades que hemos aprendido a base de experiencias y que van dando forma al clima que se va generando.
Jugamos con el “espacio – tiempo” como metáfora. La sala es ahora una representación de otras esferas en la que según donde se coloca cada participante el mensaje cambia. Comunicaciones sin palabras. Reflexiones profundas. Los temas brotan como de un manantial, de manera natural y constante.
Es momento de transformar ideas en acciones y pasamos a un escenario de grupos en el que construimos mediante el juego serio. Las metáforas dan paso a propuestas concretas y las personas fluyen conectadas con la tarea.
¡Y entonces sucede lo que dijimos que no sucedería!
La música suena de fondo anunciando un cambio de grupo de trabajo. Una consigna que acordamos desde el principio. Se mueven con libertad por la sala buscando una nueva formación. Nuestro planteamiento es solo que se agrupen, pero el ambiente ahora es bien distinto. Las incertidumbres de primera hora quedan ya lejos…
Lo vemos, primero en un grupo y luego en otro: al agruparse se entrelazan y abrazan. Nos reímos.
Conclusiones finales. Ronda de cierre, respiro y suelto. Miro la escaleta: todo se movió, pero fue maravilloso…