Dar miedo;¿un recurso del liderazgo?

No es algo nuevo. El miedo es un recurso de uso habitual en las empresas, pero eso sí, no se habla de él porque está mal visto.

Un estudio de 2006 reveló que el 50% de los/as directivos/as admitía utilizar el miedo para arengar a sus colaboradores/as. El anonimato de sus respuestas permitió poner cifras a un secreto a voces. De puertas para fuera son pocas las personas en puestos de mando que admiten que amenazan, gritan o intimidan. Sin embargo, estas son fórmulas bien popularizadas en la empresa.

Los datos revelan que el miedo es un recurso habitual del mando, quizá por herencia de pasadas corrientes tayloristas que destacaban los beneficios de sistemas de control y liderazgos autócratas.

Las investigaciones de las últimas tres décadas nos dejan numerosas evidencias sobre la correlación negativa entre miedo y productividad en el largo plazo. El problema es que el miedo, en el corto, funciona, ¿y qué líder no se deja seducir por alcanzar resultados inmediatos? Eso sí, no se cuenta de esta manera en las reuniones de dirección, sino que se disfraza como conversaciones de feedback o críticas que se pretenden constructivas…

El miedo es de cobardes

Otro tema es que quien vive el miedo lo silencia, porque sentirlo también está mal visto. El miedo es de cobardes, de profesionales con poca madurez o escasa competencia.

El miedo no está naturalizado en las empresas y sin embargo, se usa y se siente. Esto obliga a encontrar otras fórmulas con las que contarlo y otras etiquetas con las que nombrarlo; mostrarse estresada, criticar cualquier error o estar hiperenfocado en la tarea son solo algunas de esas formas aceptadas de expresión del miedo.

Debemos atender al miedo

Sea cual sea la etiqueta. El miedo está presente en las organizaciones. Hay culturas de empresa que al atisbar miedos en sus empleados/as miran hacia otro lado, como si el miedo fuera algo personal que pudiera ignorarse en un ambiente laboral. Sin embargo, las emociones no se pueden ni deben separar del trabajo, porque estas no se pueden separar de los/as trabajadores/as.

Hoy sabemos que el miedo deteriora la cultura, perjudica las comunicaciones o bloquea el cambio y la innovación, entre otros muchos efectos. Aspectos todos ellos, clave para la competitividad organizacional.

Es, por tanto, emocionalmente saludable y empresarialmente pertinente aceptar su existencia, comprender sus fuentes y gestionar esos miedos. Hay dos objetivos estratégicos marcadamente afectados por esto: la humanización de nuestros entornos laborales y la mejorar de la productividad empresarial. Casi nada.

 

*Artículo original publicado en la revista de «Empresas con Corazón». Puedes suscribirte aquí