Como puedes imaginar pago facturas de luz, agua, teléfono, pago a proveedores y colaboradoras y… ¡claro! también a hacienda, a la seguridad social y al banco. Hasta aquí probablemente verás que son como gastos como los de todas las empresas.
Lo que quizá no sepas es que al comenzar el proyecto de IMPULSA tomé dos decisiones que creo que han sido la clave de la evolución y los resultados. La primera dedicar el 15% de los beneficios al aprendizaje propio. ¡Al fin y al cabo en cualquier empresa de producción invertirían en herramientas y mantenimiento de maquinaria! – me dije. Quienes nos dedicamos a la formación y al acompañamiento somos la propia maquinaria del negocio, sin embargo, al principio fue un tema que hubo que discutir y justificar porque parecía un porcentaje elevado. Hoy creo que esta decisión ha supuesto la diferencia en la calidad de los proyectos que desarrollamos. Aunque es difícil tener certezas, creo honestamente que reinvertir en nuestra propia formación y desarrollo ha estado detrás de los resultados, la satisfacción y la fidelización de los clientes.
La segunda decisión, probablemente la más singular, fue la de dedicar un 5% de los beneficios a proyectos sociales y ambientales. Creo que las personas no somos sin nuestros valores. Personalmente, cada día veo que lo que hago, cómo lo hago, lo que digo, cómo vivo … están en intima relación con mis valores. Esos mismos valores están detrás de las formaciones y los proyectos que desarrollo desde el momento de la primera conexión con el cliente. Por esto decidí que si estaban de alguna manera detrás de los ingresos quería devolverles una parte.
Hoy te quiero contar uno de estos proyectos sociales con los que colaboro. Uno que me conmueve profundamente. La protección de la infancia en el mundo. En especial la defensa de las necesidades y los derechos de las niñas en situación de vulnerabilidad, porque cuando una niña nace en un entorno de pobreza es la más pobre entre los pobres. En países en vías de desarrollo en los que hay escasez de recursos, las niñas son las que más sufren prácticas como el matrimonio infantil, la ablación, el trabajo doméstico o la negación de acceso a la educación.
Tengo tres hijos, dos niñas y un niño. Pienso en mis hijas y me emociona imaginar como sería su situación en muchos otros lugares del mundo. Colaborar con este proyecto para mi es un ejercicio de responsabilidad, pero también una fuente de enorme satisfacción. Sentir que paso a paso vamos recuperando derechos para ellas. Saber que con el trabajo, la voluntad y las colaboraciones de todos y todas estamos procurando entornos más saludables y más seguros para las niñas del mundo.
Temina, Hayat y Sofiya van a la escuela como lo hacen mis hijas porque ahora en su comunidad de Addis Abeba es posible gracias a la voluntad de muchas personas que hemos creído que juntas podemos hacer cosas grandes.
Fotografía de Carlos Aguirre para Plan Internacional