En la casa de mi madre había unas matrioskas, esas figuras de madera huecas en su interior que albergan otra muñeca a su vez hueca que alberga otra… De niña jugaba con ellas. En algún momento desaparecieron de casa, pero de cuando en cuando conecto con la metáfora de esta figura de figuras y el ajustado encaje de unas con otras.
Algo similar sucede con la identidad personal, de los equipos o de las organizaciones…
Las tres matrioskas
Existe una identidad externa, la matrioska de fuera, la imagen visible para una mayoría, la que se constituye con su apariencia y con lo externamente observable. Si es una persona, por ejemplo, su aspecto físico. Con frecuencia las personas cuidamos nuestro aspecto físico, entendiendo que la imagen externa es reflejo de la interna. Observando la matrioska de fuera también nos formamos una idea de cómo son las de dentro. En las organizaciones, la matrioska de fuera son su imagen y ubicación física, digital o la identidad corporativa. Estos son aspectos cuidados por multitud de empresas sabedoras de que la imagen externa proyecta la calidad de sus productos y servicios.
Existe una matrioska intermedia, una identidad que se deduce de las conductas. En el terreno laboral de la persona, la matrioska intermedia es el yo profesional, lo que hace y la forma observable en que lo hace. En una organización la matrioska intermedia son los productos que elabora o servicios que presta y los métodos que emplea para ello. Durante muchos años el foco de atención casi exclusivo, ha estado en esta matrioska intermedia, desarrollando mejoras en los procesos, orientando al logro de objetivos y a la obtención de resultados.
Por último, existe una matrioska de dentro, los valores, la esencia definitoria de la persona, la que deja su impronta. Cuando es una organización, la matrioska de dentro son también los valores de la organización: la transparencia, la adaptabilidad, la disponibilidad al cambio… Es en los últimos años cuando las organizaciones han vuelto su mirada a esta matrioska de dentro. Son los valores de la organización, como lo son los de las personas, los que dan forma a procesos, productos y por último, dan forma a la imagen proyectada.
Es la matrioska de dentro la que determina la forma de las demás. En el proceso artesanal de la fabricación de estas figuras, la primera que se tornea es la de menor tamaño. Ésta es maciza y no se abre. De igual manera, los valores son la esencia de la persona y la organización. Trabajar para identificarlos, consensuar su significado y comunicarlos, es un trabajo realmente poderoso dentro de una organización.
Cuando acompañamos a empresas a reflexionar sobre sus valores preguntamos a menudo: Si esta empresa fuera una persona, ¿cómo sería?. Para quienes participan en estos talleres de valores resulta más sencillo etiquetar desde fuera que desde el qué o cómo somos. Identificar la esencia es una necesidad organizacional primaria que continúa con el reto de conectar ambos sistemas: la matrioska de dentro de la empresa y la matrioska de dentro de sus personas trabajadoras.
Conectar los valores de ambos sistemas (persona – empresa) es una labor que alcanza diferentes espacios; selección e incorporación de personas según valores, difusión y promoción de los valores entre quienes ya están trabajando, comunicación externa…
Los valores se han constituido como el verdadero núcleo de los modos, quehaceres y resultados de las organizaciones. El punto de palanca de los beneficios y el bienestar organizacional.
Cuando las matrioskas no encajan
He trabajado recientemente con un directivo de empresa que se definía como una persona ambiciosa y activa. En una ocasión me hablaba de su anterior proyecto profesional en una pequeña empresa familiar con una producción tradicional, “Yo no encajaba allí” – me dijo. Este fue el empleo anterior al que ocupaba y del que no tardó en salir.
A menudo hablamos de si alguien encaja o no dentro de una organización. Es como si su matrioska de dentro tuviera una forma que no encajara con la matrioska de fuera, la profesional, la que toma forma con las directrices de la empresa sobre lo que se tiene que hacer y cómo. Y este conflicto interior se refleja en la imagen de la matrioska externa, de manera que el conjunto no encaja.
En ocasiones las matrioskas no encajan. A veces son las necesidades o los valores empresariales los que no encajan con las necesidades y valores de sus personas, otras veces son las acciones de una misma persona las que entran en conflicto entre ellas o con sus valores, una incoherencia interna que sucede al igual en las organizaciones. Cuando ocurre de manera consciente la persona o la organización inicia un cambio hasta recuperar la coherencia. En estos casos no es extraño presenciar un cambio de imagen, de comportamiento o hasta de valores que devuelvan la sensación de armonía.
La mayor dificultades suceden cuando las matrioskas no encajan y la organización no es consciente.
La complejidad organizacional hace difícil identificar las incoherencias entre los tres niveles: imagen proyectada, actuación, valores. Sin embargo, esta falta de encaje deja diferentes indicios que no escaparían a un detallado análisis. Es frecuente encontrar las incoherencias organizacionales representadas en disputas entre departamentos, actitudes tóxicas o unos inexplicables malos resultados en algún área. La mirada sistémica nos ofrece unas pautas excelentes para descubrir esos nudos organizacionales a fin de aflojarlos y desenrredarlos.
Como al fabricar las matrioskas, necesitamos el trabajo siempre desde el interior, desde los valores esenciales, y desde la coherencia de estos con el resto en productiva armonía. Una figura de figuras.