Personalmente no sé cuando empecé a ser responsable. Seguramente en la infancia, origen de tantos (si no de todos) nuestros valores y actitudes. Cuidar a un hermano menor, sacar buenas notas, volver pronto a casa… ¿quién no paso por estos mandatos para cumplir con las expectativas externas de sus padres? Con más edad, al mandato de responsabilidad se le suele añadir el mandato de “autodirección”, esa capacidad de diseñar nuestra vida y encaminarnos a metas. ¿Te pones objetivos? De eso se trata la autodirección, de ponerlos, pensar cómo alcanzarlos y disciplinarse en seguirlos. Yo aprendí a ponérmelos en la universidad, el momento en que empezó a faltarme aquella conciencia externa de la niñez. ¿Cuándo empezaste tú?
Realmente parece útil para una persona adulta identificar su Norte, transformarlo en meta y responsabilizarse en dar los pasos para alcanzarla. La satisfacción de los sueños cumplidos es, probablemente, una de las más universales fuentes de plenitud. Tener un Norte permite dar un sentido existencial a la vida. ¡Qué bueno tener un Norte!
Sin embargo, este mismo Norte vertebrador e impulsor puede volverse un obstáculo para la propia felicidad. A menudo las personas acumulan responsabilidades y obligaciones posponiendo los momentos destinados a disfrutar. El mismo Norte que supone un marcador presente y constante de dirección y ritmo puede acarrear una enorme carga culpabilizadora. ¡Cuántas veces las conversaciones interiores de las personas disciplinadas se llenan de deberías y obligaciones en lo profesional y en lo personal a tal punto que ya no hay disfrute!
El exceso de Norte nos produce un desequilibrio que nos hace perder la dirección y el sentido de la vida. Sí, necesitamos Norte y también necesitamos Sur. Necesitamos soltar los tirantes de la responsabilidad y permitirnos conectar con aquello a lo que nos invita la vida, el disfrute del ahora sin pensar en el después.
Un poco de Sur en la vida de quienes tienen claras sus metas y responsabilidades se vuelve una necesidad. Todo camino tiene parada y desvío. Tomar distancia nos permite recuperar la ilusión y la energía para continuar el viaje.
A veces necesitamos un poco de Sur para no perder el Norte ¿Oyes la música? Igual es que es momento de seguirla…