¿Y tú qué harías? –me preguntó la directora. Durante los meses que llevaba con el proyecto en aquella empresa, varias veces había pensado una posible acción para una mejor distribución de la cargas de trabajo. Sin embargo, mi proyecto era otro bien distinto y mantenía la prudencia de no meterme en lo ajeno y el respeto por la grandeza del equipo para resolver sus problemas. Ahora la pregunta era ya directa. En ese espacio tan mágico del café con el cliente que aquel día compartía con la plana mayor de la empresa, se hablaba, como se hacía también a otros niveles, de la sobrecarga de un departamento y se discutían posibles soluciones.

Tuve un compañero que decía que experto es el que vive a más de 400 kilómetros. Quién sabe si con la etiqueta de la experticia por este motivo o, prefiero pensar, que por el buen progreso del que sí era nuestro proyecto, ahora la pregunta en el aire de su “tema caliente” se había dirigido hacia mí. Frené mi impulso de contestar lo que llevaba tiempo queriendo decir, pues de poco sirven las recetas mágicas si no se sienten como tales. Les devolví otra pregunta: ¿Cuáles son los personajes de esta historia? Tras unos segundos de confusión fueron exponiendo el problema y entre todos identificando primero varios departamentos como actores principales, la tarea, los clientes, el propio equipo de dirección y hasta identificaron la innovación, el estrés y el cansancio como parte de la historia. En la libreta de las comandas que nos prestaron en el bar, les pedí que escribieran el nombre de cada personaje en una hoja. -Bien, ya tenemos lo fundamental: los personajes-

Entonces les pedí que los desplegaran a su intuición sobre la mesa alta en la que minutos antes tomábamos el café. Los colocaron mientras explicaban el porqué de su posición. -¿Qué se ve y qué se siente desde la posición de cada personaje? -Les pregunté animandoles a cambiar de sitio. Se turnaron para ir experimentandolo y construyendo la historia.

Después les animé a ver la representación en su conjunto, abstrayendose del detalle de cada personaje. Explicaron que les parecía que algo no estaba bien. -¿Cómo podría estar mejor? – Les pregunté mientras ya algunos cambiaban de lugar los papeles. Movieron el conjunto hasta su armonía. El “esquema”, como lo llamaron, dio que hablar. Hubo alguna foto con el móvil para no olvidarlo y hasta apuntes de la directora que parecía muy satisfecha con lo provechoso de aquel café.

Constelación y coaching de contrabando entre café y café para una empresa dura que, a buen seguro, hubiese considerado la técnica como poco apropiada para tratar tema serios.