Entre las revistas del asiento del avión encontré, con letras bien grandes, esta frase impresa en la bolsa de hiperventilación. Esa bolsa pensada para ayudar a normalizar la respiración ante un ataque de ansiedad como el que puede sentir quien se enfrenta con el miedo a volar. Esta frase, pretende ser el antídoto psicológico para esos mensajes de los que se alimenta el miedo fóbico (“me va a dar algo”, “no puedo con ello”, “si me pasa me muero”…) y que resultan tan dañinos.
Estos años, trabajando con personas que sufren de estrés y ansiedad, he podido ver que tras los miedos y las fobias suele haber, en gran medida, más miedo al miedo que al objeto temido. Miedo, en realidad, a perder el autocontrol de la situación. En estas situaciones ansiosas se repiten una y otra vez los mensajes negativos del tipo “no puedo”, “he perdido en control”. Mensajes que resultan extremadamente dañinos porque anticipan y detonan una situación de descontrol real.
Estos mensajes no sólo aparecen en situaciones especialmente emocionales, sino en cada momento de actividad. Cada pensamiento está formado por diferentes mensajes que nos decimos a nosotros mismos. Nuestros pensamientos son una cadena de afirmaciones, a veces positivas, a veces negativas, que predisponen nuestro comportamiento.
¿Cómo actúan estas afirmaciones sobre nuestra conducta?
Cada afirmación es el detonante de una simulación mental sobre el contenido de la misma. Nuestra mente activa mecanismos de control de la respiración y del corazón como si la situación fuera real. Es decir, se activan los mismos circuitos neuronales cuando imaginamos algo, que cuando sucede realmente. Este hecho, que se explica detalladamente en la Teoría del código común, tiene como finalidad anticipar para predecir. La anticipación tiene como efecto que se vuelve altamente probable que suceda algo cuando previamente lo hemos imaginado así.
Este mecanismo cerebral nos revela la importancia de nuestro dialogo interno en nuestros resultados. Si nuestras afirmaciones son del tipo “no puedo”, “no me sale”, “me estoy poniendo nervioso”… la probabilidad de que esto sea así es realmente alta.
Las afirmaciones son declaraciones que, con la repetición, se dibujan en el cerebro con una tinta indeleble.
Cuando las afirmaciones son negativas suponen el mayor obstáculo para alcanzar las situaciones ideales. Sin embargo, las afirmaciones pueden ser una excelente herramienta más para alcanzar las situaciones deseadas.
¿Cómo hacer afirmaciones positivas?
Para ayudarnos en un desempeño y una realidad más deseada, nuestras afirmaciones deberían ser:
– Oraciones cortas
– En primera persona
– En presente
– Que expresen una situación ideal
Una afirmación positiva común y muy generalizable sería por ejemplo: “Yo puedo” o volviendo al particular ejemplo con el que comenzábamos “Respiro y me calmo”
Las afirmaciones son personales, es decir, cada persona debe acuñar las suyas en función de sus intereses. Al principio puede resultar un trabajo difícil, ya que debemos abandonar viejos hábitos. Pero como sucede en otros ámbitos, cuanto más entrenemos, mejores resultados.